En la actualidad hay dos escenarios que se combinan y que interpelan al rol del área de gestión de talentos: el avance descomunal de las tecnologías y el incremento progresivo de la automatización, y por otro lado, una variable impredecible que fue la aparición del COVID-19 y todas sus implicancias en el mundo del trabajo.
Ambas coyunturas se corresponden con una transformación sin precedentes que apelan a los líderes a dar respuesta a una necesidad imperiosa de generar entornos que faciliten a las personas su desarrollo y motivación, factores indispensables para generar productividad en un mercado impredecible y absolutamente volátil.
Es preciso orientar las habilidades hacia la agilidad, la simplicidad, la transversalidad, la concepción digital, la innovación y la orientación al cliente en cada nuevo proceso que se diseñe. Además las personas deben estar preparadas, con más razón ahora, a tener un pensamiento lateral y una mirada estratégica, con predicciones acerca de escenarios futuros variables.
Deben poder convivir con los robots y dejar atrás viejos paradigmas del capital intelectual, reservado en las personas, para llevarlos a la nube y habilitarlos para que sean consultivos.
Llegó la era de la eficiencia: automatizar todo aquello que sea posible, minimizar tiempos y recursos y dejar a las personas hacer lo que saben hacer: crear, innovar, empatizar y decidir.
Dar lugar a la objetividad de los resultados de la aplicación de IA, minimizando la discrecionalidad, las excepciones a las políticas formales, dejar atrás los sesgos y subjetividad y darle lugar a la objetividad para recabar información relevante de gran volumen de datos. Apelar a su inteligencia para interpretar esa información, seleccionar la relevante y que agregue valor a la operación, permite un compromiso más auténtico con la organización.
Creemos que empoderar a las personas a través de la tecnología le va a permitir desafiarse en sus inteligencias múltiples.