Una de las preguntas que surge en los procesos de certificación es si hay buenos o malos resultados. Y si son malos, cómo afecta en la búsqueda de empleo o promoción.
La realidad es que hay 3 posibles resultados en la certificación de una competencia.
- Tener desarrollada la competencia, significaría que debemos sacar el máximo provecho posible y aportar con ella en los grupos sociales que estemos.
- Tener medianamente desarrollada la competencia que implicaría la activación de incentivos en formación o coaching para reducir las brechas.
- Tener bajo desarrollo de la competencia que significaría un proceso de formación formal y constante, que incluso podría no dar el resultado que esperamos. Lo recomendable, en este caso, es priorizar espacios que nos permitan explotar las competencias que tengamos mejor desarrolladas.
La certificación no evalúa una sola competencia. Es un listado que se define en base a los objetivos de la métrica. Por lo tanto, somos el resultado de un andamiaje que proyecta la base de nuestro desempeño futuro.
En esta estructura existen relaciones entre una competencia y otra.
Entre esas relaciones se puede ver cómo el nivel de desarrollo de una puede favorecer a otra, o viceversa. Así como juntas logran un potencial superior en nosotros, incluso teniendo descendida más de una.
El análisis de los resultados es complejo y sistémico.
Es poco probable que las personas tengamos todas las competencias desarrolladas al máximo nivel. Así como también tengamos en todas, un bajo nivel de desarrollo.
Cada persona es el resultado de infinitas combinaciones que deriva en su potencial.
El desafío para cada uno de nosotros es encontrar el lugar que nos permita exhibir nuestro talento.
La máxima del modelo de competencias es que todos podemos sentirnos ardilla siempre que tengamos el árbol adecuado para sacar bellotas.
En conclusión, no hay resultados buenos ni malos, pues es la radiografía de un diseño complejo multivariado de comportamientos innatos y adquiridos por nosotros.